VIII Domingo del Tiempo Ordinario
Lema del mes: «Nos das la feliz esperanza de arrepentirnos» (Cf. Sab 12,19)
Yo sé que sólo soy un pecador
pero cedacea mi interior
con tu gran amor, Señor
y al examinar todo mi ser
purifícame.
Hazme sentir,
con el fuego de tu gracia
qué hay en mí
que no me permite amarte más.
Haz florecer mi paciencia
que todas mis palabras
giren en torno a mi confianza en ti
haz crecer en mi existencia
el deseo de servirte
con sinceridad.
Siembra en mi corazón tu bondad
para que yo pueda dar
frutos de esperanza y de misericordia.
Quiero Señor dar
frutos de amor
pero sólo tu gracia
hace fructífera mi alma
Quiero Señor dar frutos de amor
llena de tu presencia
cada espacio de mi ser.
pero cedacea mi interior
con tu gran amor, Señor
y al examinar todo mi ser
purifícame.
con el fuego de tu gracia
qué hay en mí
que no me permite amarte más.
Haz florecer mi paciencia
que todas mis palabras
giren en torno a mi confianza en ti
haz crecer en mi existencia
el deseo de servirte
con sinceridad.
para que yo pueda dar
frutos de esperanza y de misericordia.
hace fructífera mi alma
Quiero Señor dar frutos de amor
llena de tu presencia
cada espacio de mi ser.
Lectura del Libro del Eclesiástico 27,4-7
Se agita la criba y queda el desecho, así el desperdicio del hombre cuando es
examinado. El horno prueba la vasija del alfarero, el hombre se prueba en su razonar.
El fruto muestra el cultivo de un árbol, la palabra, la mentalidad del hombre. No alabes
a nadie antes de que razone, porque ésa es la prueba del hombre.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: 91,2-3.13-14.15-16
R/. Es bueno darte gracias, Señor
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh, Altísimo, proclamar por
la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. R/.
El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado
en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/.
En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que
el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad. R/.
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15,54-58
Hermanos: Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se
vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido
absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu
aguijón?»
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos
gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Así, pues,
hermanos míos queridos, manténganse firmes y constantes. Trabajen siempre por
el Señor, sin reservas, convencidos de que el Señor no dejará sin recompensa su
fatiga.
Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 6,39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: —«¿Acaso puede un
ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que
su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué
te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas
en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero
la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni
se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en
su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que
rebosa del corazón, lo habla la boca».
Palabra del Señor.
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