IV Domingo de Cuaresma (Laetare)Lema del mes: Nos da la feliz esperanza de arrepentirnos (Cf. Sab. 12, 19)
Me pondré en camino en mi desierto
para ingresar en mi interior
cerraré la puerta de mis ojos
para encontrar a mi Padre en mi oración.
Me postraré en su presencia
lo alabaré de corazón
contemplaré toda su grandeza
cuando él escuche mi clamor.
Gloria, gloria al Padre
que me llena de perdón
Gloria, gloria a Dios
que en su misericordia
me llena de esperanza
y me renueva con su amor.
Saldré con alegría de mi desierto
y llegaré a la Tierra de Promisión
me abrazará mi Padre
con su amor saciará mi hambre
yo ante él me postraré
y en su presencia
entonaré mi adoración.
Gloria, gloria al Padre
que me muestra su piedad
Gloria, gloria a Dios
que repara mi oprobio
y me regala su paz.
Lectura del Libro de Josué 5, 9a.10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy los he despojado del oprobio de
Egipto.» Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la pascua al atardecer
del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la pascua, ese
mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando
comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron
maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra
de Dios.
Salmo Responsorial: 33,2-3.4-5.6-7
R/. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi
alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamen conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo
consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.
Contémplenlo, y quedarán radiantes, su rostro no se avergonzará. Si el afligido
invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios
5,17-21
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado,
lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos
reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios
mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus
pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo
los exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien
con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para
que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los
pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame
la parte que me toca de la fortuna.” El padre les repartió los bienes. No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó
su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y
empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de
aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de
llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de
comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre.” Me pondré en camino
adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en
camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor
traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el
ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba
muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el
banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó
la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le
contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo
ha recobrado con salud.”
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer
nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete
con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con
malas mujeres, le matas el ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo
estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado".»
Palabra
del Señor.
para ingresar en mi interior
cerraré la puerta de mis ojos
para encontrar a mi Padre en mi oración.
Me postraré en su presencia
lo alabaré de corazón
contemplaré toda su grandeza
cuando él escuche mi clamor.
Gloria, gloria al Padre
que me llena de perdón
Gloria, gloria a Dios
que en su misericordia
me llena de esperanza
y me renueva con su amor.
Saldré con alegría de mi desierto
y llegaré a la Tierra de Promisión
me abrazará mi Padre
con su amor saciará mi hambre
yo ante él me postraré
y en su presencia
entonaré mi adoración.
Gloria, gloria al Padre
que me muestra su piedad
Gloria, gloria a Dios
que repara mi oprobio
y me regala su paz.
Lectura del Libro de Josué 5, 9a.10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy los he despojado del oprobio de
Egipto.» Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la pascua al atardecer
del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la pascua, ese
mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando
comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron
maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra
de Dios.
Salmo Responsorial: 33,2-3.4-5.6-7
R/. Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamen conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.
Contémplenlo, y quedarán radiantes, su rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5,17-21
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola:
—«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.” El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre.” Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.” Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.”
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.” El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado".»
Palabra del Señor.