IV
Domingo de PascuaDomingo
del Buen Pastor
Lema
del Mes: “Esperamos cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pe 3,13)
Pastor
de mi alma
quiero
escuchar tu voz,
apacienta
mi ser
llena
de ti mi corazón.
y
sabes lo que hay en mi interior
pastorea
mi vida
con
tu gran amor.
Cordero
de Dios, tú eres mi buen pastor.
Restaura
mis fuerzas
Quiero
servirte con alegría
y
en tu presencia permanecer.
tu
misericordia
me
apacigua en mi dolor
tu
compasión es mi esperanza
tu
piedad enjuaga mis lágrimas
y
le da calma a mi tribulación.
a tu
amor clamo
para
que me cuides, mi Dios
y a
todo tu rebaño.
Lectura
del Libro de los Hechos de los Apóstoles, 13,14.43-52
En
aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de
Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y
prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando
con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios.
El sábado siguiente, casi toda la ciudad
acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha
envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y
Bernabé dijeron sin contemplaciones: “Teníamos que anunciarles primero a
ustedes la Palabra de Dios; pero como ustedes la rechazan y no se consideran
dignos de la vida eterna, saben que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha
mandado el Señor: “Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación
hasta el extremo de la tierra”. Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y
alababan la Palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna
creyeron.
La
Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos
incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la
ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del
territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la
ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de
Espíritu Santo.
Palabra
de Dios.
Salmo
Responsorial: 99,2.3.5
R/. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño
Aclamen al
Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con
vítores. R/.
Sepan que
el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su
rebaño. R/.
«El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» R/.
Lectura
del Libro del Apocalipsis 7,9.14b-17
Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que
nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante
del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus
manos. Y uno de los ancianos me dijo: «Éstos son los que vienen de la gran
tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero. Por
eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo. El que
se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les
hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono
será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará
las lágrimas de sus ojos.»
Palabra
de Dios.
Lectura
del Santo Evangelio según San Juan 10,27-30
En aquel
tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me
siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las has dado, supera a todos, y nadie
puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»
Palabra
del Señor.
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