V Domingo del Tiempo Ordinario
Lema del mes: «El amor es paciente»
Tú me haces tu
testigo
al elegirme en mi fragilidad
pese a que de tanta bondad
yo no soy digno.
Me haces ver todo tu amor, Señor
a pesar de mi impiedad.
Tú me permites contemplar,
en mi miseria, me haces sentir
tu santidad.
Santo, te canto Santo
tres veces Santo, Dios de bondad
Santo, santo, oh santo
te glorifico, Rey de la paz.
A pesar de mis flaquezas
estoy dispuesto a proclamar
toda tu gloria y tu majestad
Aquí estoy para anunciar
que en tu santidad y misericordia
es donde encuentro tranquilidad.
No temeré, proclamaré
tres veces santo es mi Rey
no temeré, las redes lanzaré
y con mi pobre vida
tu amor, anunciaré.
al elegirme en mi fragilidad
pese a que de tanta bondad
yo no soy digno.
Me haces ver todo tu amor, Señor
a pesar de mi impiedad.
Tú me permites contemplar,
en mi miseria, me haces sentir
tu santidad.
Santo, te canto Santo
tres veces Santo, Dios de bondad
Santo, santo, oh santo
te glorifico, Rey de la paz.
A pesar de mis flaquezas
estoy dispuesto a proclamar
toda tu gloria y tu majestad
Aquí estoy para anunciar
que en tu santidad y misericordia
es donde encuentro tranquilidad.
No temeré, proclamaré
tres veces santo es mi Rey
no temeré, las redes lanzaré
y con mi pobre vida
tu amor, anunciaré.
Lectura del Libro de Isaías 6,1-2a.3-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto
y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a
él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los
Ejércitos, la tierra está llena de su gloria!»
Y temblaban las jambas de las puertas al clamor de su voz, y el templo
estaba lleno de humo.
Yo dije: — «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que
habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey
y Señor de los Ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano,
que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me
dijo: «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está
perdonado tu pecado.»
Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: «¿A quién mandaré?
¿Quién irá por mí?» Contesté: — «Aquí estoy, mándame.»
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: 137,1-2a.2bc-3.4-5.7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré
para ti, me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, cuando te
invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo
de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es
grande. R/.
Tú derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor,
tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15,1-11
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que les proclamé y que ustedes
aceptaron, y en el que están fundados, y que los está salvando, si es
que conservan el Evangelio que les proclamé; de lo contrario, se ha
malogrado su adhesión a la fe. Porque lo primero que yo les transmití, tal
como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados,
según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día,
según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce;
después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría
de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a
Santiago, después a todos los apóstoles; por último, como a un aborto,
se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme
apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios
soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado
más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.
Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que han
creído.
Palabra de Dios.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 5,1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír
la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos
barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado
y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le
pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba
a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echa las
redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no
hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que
reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que
vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas,
que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús
diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban
con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús
dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra
del Señor.
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