Por: Juan Pablo Jiménez
Vengan. ¡Clamemos juntos!
Allanemos senderos de esperanza
sembremos con amor al mundo.
Seamos voz de Dios.
Voz que brota como retoño
voz que ruge conversión,
que desde lo profundo
grita cambio. Renueva, (florece)
y hace a Dios palpable
en la cotidianeidad.
Voz que anuncia bendición
Dios que baja a nuestro encuentro
alcemos el corazón a su
presencia
pero denunciemos
la maldad que nos corroe.
Seamos luz en el apagón
lámpara en noche oscura
vela en la mesa del alumno
pan en las manos del hambriento
susurro que calma al
agobiado
pasión en la planificación
del docente...
seamos ruta,
para quien no encuentra camino
también consuelo,
para aquel que sufre infelicidad.
Seamos voz que une, que acerca
que exige cercanía
y lucha por la justicia.
Hagamos introspección
hasta el punto del ser
en el que somos barro
para sentir allá, en el fondo,
el frío de nuestra tierra,
de nuestra miseria;
y así ser misericordiosos
como el que viene a salvarnos.
Vengan, descendamos con ellos
para vencer juntos
el hambre de los sin paz
y así ser cercanos
como nos enseñó Dios
que nos grita:
¡unidos creemos caminos!
Y nos exhorta:
¡sean mi voz!
Pregonen en los callejones
hagan caminos sobre los charcos
construyan sendas
esperanzadas
recuerden que el sendero es
la fe.
Tengan voz de centinela, de profeta
que aguarda en vigilia
que anuncia y denuncia
sean voz para la humanidad
sean alientos de vida
proclamen conversión
testifiquen mi paz.
Voz,
voz que asume
ponerse en marcha
Voz que lucha por la justicia
que protege al desvalido
y pone el corazón
en la miseria del otro.
Sé voz que clama
desde lo hondo,
desde el dolor del que sufre
y requiere cambios
promueve la revolución
de quien nos anuncia conversión
nos bautiza en el amor
y vence la indiferencia.